CUATRO CAIMANES PARA EL LOZADA Y EL GUAYABERO

Publicado por El Espectador el 11 de noviembre de 2015 bajo el título:

“CAIMANES CON CHIP UNIVERSITARIO BUSCAN REPOBLAR EL ORINOCO”

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El río Lozada en uno de los puntos donde fueron liberados dos de los cuatro caimanes.

 

 

Una al lado de la otra. Sin pausa, sin prisa, las dos canoas se deslizan sobre el Guayabero. A cuestas, las embarcaciones transportan una carga muy delicada: cuatro alargados guacales en cuyo interior viajan igual número de caimanes llaneros. Es uno de los reptiles más amenazados del mundo. Promedia, cada animal, en este caso, tres metros de largo y un peso de 120 kilos.
Para los investigadores de la Estación de Biología Tropical “Roberto Franco” (estación de la Universidad Nacional ubicada en Villavicencio, Meta), es un momento inmensamente anhelado. Lograr lo que ahora mismo ellos protagonizan -en medio de estos parajes-, implicó, durante varios años, trasegar entre dificultades y sinsabores. Todo un esfuerzo para entregar, finalmente, los cuatro animales -dos hembras y dos machos- al río Lozada y a las propias aguas del Guayabero. Es en la Serranía de La Macarena, y tengo el privilegio de acompañar la expedición.
María Cristina Ardila, experimentada investigadora, ha dedicado la mayor parte de su vida profesional, como bióloga que es, a estudiar los reptiles y anfibios de nuestro país. Profesora asociada y adscrita al Instituto de Ciencias Naturales de la Universidad Nacional de Colombia, es quien ha liderado el equipo humano que hoy realiza esta compleja misión. Para “la profe”-como la llaman sus colegas y discípulos-, navegar estas aguas conlleva trazos de nostalgia que no oculta en sus ojos. ¿Qué fue lo más difícil? -pregunto-. Sin titubeos, responde: “las leguleyadas. De no haber sido por tanta burocracia, estos animales no habrían tenido que soportar una cuarentena de dos años”. Y agrega: “el sueño comenzó hace más de cinco”.
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La profesora Maria Cristina Ardila, coordinadora del proyecto.
Asediado por la caza indiscriminada para comercializar su piel, el caimán llanero (que no es precisamente un caimán, sino un cocodrilo), habita, exclusivamente, la gran cuenca del Orinoco. La especie, declarada en peligro crítico de extinción por la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (IUCN, por sus siglas en inglés), ha sido meticulosa y apasionadamente investigada en Colombia -como nadie-, por los diferentes científicos que han pasado por la “Roberto Franco”. Es una historia que nos remonta a la segunda mitad del siglo pasado.
En ese entonces, Federico Medem, zoólogo de origen lituano que llega a nuestro país a estudiar tortugas y cocodrilos, ya visualiza el oscuro futuro que le espera al caimán llanero (también llamado cocodrilo del Orinoco). En 1964, el profesor Medem es nombrado director de la estación. Y once años más tarde, producto de los decomisos realizados por el desaparecido INDERENA a los traficantes de fauna silvestre, recibe cinco ejemplares de esa variedad de reptil. A la postre, son esos cinco animales los que dan las primeras crías que nacen en la “Roberto Franco”, y cuyo rumbo dirigió, por algo más de 20 años, el propio profesor Medem -ya fallecido-.
Hoy, las piletas y encierros de ese lugar albergan cerca de 500 caimanes llaneros. La cifra incluye reproductores, recién nacidos, juveniles y unos cuantos adultos. Añade la profesora María Cristina: “todos los directores que hemos pasado por esa estación, preservamos, de alguna u otra forma, el legado de Federico Medem por salvar de la extinción al cocodrilo del Orinoco”. Legado que -sin duda- es el que ahora mismo tiene navegando, sobre los hermosos ríos de la Macarena, a estos importantes científicos colombianos con cuatro caimanes llaneros que están listos para su liberación.
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El bosque de la estación “Roberto Franco”.
¿Qué implicó, logísticamente, traer semejante carga hasta este punto de la geografía nacional? Tremendo operativo: sacar los animales del encierro en el que estaban en la estación; acondicionarlos para su ingreso a los guacales en aras que viajen “cómodamente”; llevarlos en camión hasta la base aérea de Apiay (punto desde el que la Fuerza Aérea Colombiana los trasladó hasta el municipio de La Macarena); instalarle los transmisores satelitales a cada ejemplar; conseguir las canoas adecuadas para el tipo de remesa y el nivel de las aguas de los ríos (por esta época, más bajos que altos). En fin… Mucha complejidad y muchos detalles, todo con un común denominador: alto riesgo. Al igual que cualquier animal, estos reptiles, por simple instinto de supervivencia, atacan…, y son letales.
¿Por qué el Guayabero? ¿Por qué el Lozada? Los estudios realizados previamente por los investigadores de la “Roberto Franco”, les indicaron que ambos ríos cuentan con suficiente oferta de alimento para los caimanes. Además, allí habitan otros cocodrilos de esa misma especie, lo que garantizará el cruce genético entre unos y otros. Y con las comunidades humanas que también están asentadas en ese lugar, el grupo de investigadores trabajó, concertadamente, para evitar que los cuatro reptiles sean cazados. “La disminución de las poblaciones del caimán llanero ha sido contundente. Y no podemos escatimar esfuerzos para sacarlo de la lista roja de las especies amenazadas”, -me dice Beltsy Johanna Barrera, directora de CORMACARENA, institución que ha apoyado este proyecto de liberación desde sus inicios-.
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Uno de los caimanes con su transmisor satelital, en la orilla de río Lozada.
Hoy, los cuatro animales ya están en estado silvestre, y su monitoreo satelital nos dirá cuáles son sus movimientos, qué tan acertado ha sido este proyecto y si podrán haber, a futuro, otras liberaciones similares que también buscarán mejorar las poblaciones de una de las especies más emblemáticas y más diezmadas de la orinoquia: el imponente caimán llanero, al que también debemos llamar -recordemos- cocodrilo del Orinoco.

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